Superman con Christopher Reeve
El 30 de Junio de 2006 se estrenó la película Superman Returns en los cines de los EE.UU.
Aunque la vida de la película como producto comercial aún no ha terminado (de hecho, la película acaba de ser lanzada en VHS, DVD y el novedoso Blu-Ray), me da la impresión que esta nueva versión no ha tenido el impacto entre el público que tuvo la serie de películas en las que Christopher Reeve encarnó al timorato Clark Kent y al recontra-poderoso Ingenuo de Acero.
No me detendré a escribir aquí acerca de los detalles de la vida de Superman como personaje de historietas, ni de sus shows de radio, ni de las series animadas que protagonizó, tampoco de las películas creadas a comienzos de los ańos 50, ni las series de TV alrededor del personaje, ni tampoco de esta película estrenada en este 2006 en el que escribo esto, porque ya se ha escrito largo y tendido de todos esos temas. Lo que pretendo hacer en este artículo es hablar de la serie de películas en donde Christopher Reeve se puso los calzoncillos rojos por encima de las mallas azules y pasó a convertirse en la imagen de Superman, para mí y para todos los que, como yo, éramos nińos en la frontera entre los 70 y los 80, y que fue estrenada hace 28 ańos y dos días.
Porque, la verdad sea dicha, yo no sabía nada de Superman hasta que se estrenó la película de 1978, a diferencia de muchos otros cabros que se crecieron y empaparon de la super-cultura a través de las historietas de DC comics. Por eso, la primera imagen del Hombre de Acero para mí fue la de Christopher Reeve, mirándome desafiante desde un cartel de cine, como si yo tuviera la culpa de algo, pobre de mí.
La primera película, dirigida por Richard Donner, y protagonizada por Margot Kidder como Lois Lane y un excelente Gene Jackman en el papel de Lex Luthor (además de Christopher Reeve, por supuesto), está dividida en tres actos: una primera parte donde el perfecto y ashombrosho planeta Kriptón es destruido, y sólo se salva Kal-El gracias a su padre, que sabía de la destrucción inminente del planeta; y el Kal-El guagüita cae en la tierra y es criado por un granjero, como ya hemos visto trescientas setenta y dos mil cuatrocientas veintiocho veces en las historietas.
En el segundo acto, Clark Kent se establece en la ficticia ciudad de Metrópolis (por otra parte, virtualmente idéntica a Nueva York) y consigue pega inmediatamente como periodista en el diario The Daily Planet (síiii, consigue un contrato fijo que le alcanza para arrendar un apartamento y vivir solo, y recién ha salido de la universidad. Qué diferentes eran los 70, ¿no?). Y ahí conoce al resto de los personajes que tooodos (los que han leido los cómics) conocen: el editor jefe Perry White, cascarrabias como buen jefe; Lois Lane, la reportera que mete su nariz en todas partes y Jimmy Olsen, el suche de la oficina.
Así, pues, mientras el Hijo de Jor-El se pasa el día trabajando como un oficinista gris y torrrrpe, cuando hay algún peligro de catástrofe inminente se saca la ropa y se va por ahí a salvar la situación vistiendo un pijama con capa. A decir verdad, nunca he entendido por qué es necesario vestir un pijama y llevar los calzoncillos por encima de los pantalones para salvar el mundo. Pero eso es lo que hacen todos los superhéroes, así que lo daré por bueno.
Bueno, el asunto es que Lex Luthor, que es malísimo como todos sabemos, se quiere hacer rico hundiendo a California, tirando un misil nuclear justo en la falla de San Andrés. ¡Qué malo es Lex Luthor! De habérsele ocurrido hundir algún país tercermundista, no habría pasado nada, pero California es parte de los EE.UU. y eso sí que es ser malo.
A pesar de que el misil explota y genera un terrible terremoto, Superman evita que California se hunda (Eeeeh, ¿exactamente cómo puede uno evitar que una plataforma continental se hunda, por más super-fuerza que se tenga?), y salva un tren haciendo de puente con su cuerpo, rescata un school bus de caer del Golden Gate y le salva la vida a Jimmy Olsen que andaba tonteando cerca de la presa Hoover.
Pero no logra salvar a Lois Lane, que ha quedado atrapada en su auto dentro de una grieta y muere porque las grietas matan. Auqnue yo creo que lo que mata es no llevar el cinturón de seguridad puesto, pero eran los ańos 70 y eso todavía no era obligatorio. Entonces Superman, lleno de rabia y de dolor, se lía a volar alrededor de la tierra, alcanza la velocidad de la luz, y rompiendo todas las leyes de la física conocidas por el hombre, en vez de ir hacia ADELANTE en el tiempo viaja hacia ATRÁS y consigue hacer una especie de ‘replay’ en donde consigue llegar a tiempo para salvar a la reportera metiche. Y todo es felicidad y alegría, y Lex Luthor es encarcelado y todo acaba bien como suele acabar en las películas de superhéroes, que para eso son super.
La película fue recibida con gran entusiasmo por parte del público y los críticos, que alabaron el excelente papel de Reeve como el pulsilánime Kent y el apuesto y seguro de sí mismo Superman, cosa curiosa si tenemos en cuenta que Reeve entró en la película siendo un actor joven, con una carrera más bien oscura, y que le quitó el papel a actores de la talla de Burt Reynolds, Charles Bronson, Kris Kristofferson, Paul Newman, Robert Redford o incluso Arnold Schwarzenegger.
Los efectos visuales, bastante bien logrados para la época, también recibieron elogios, y la banda sonora de la película, con esos arreglos orquestales tan epicos, se convirtió en un clásico instantáneo, que, si no me equivoco, ha sido rescatada para la nueva película. El total recaudado en las taquillas fue de nada menos que 300 millones de dólares, que equivaldrían a unos 850 millones hoy en día. Eso la coloca a la altura de las películas históricas
En 1980, los cines estrenaron Superman II, a la que le fue bien pero no tanto (recaudó más o menos la mitad), en el 83 apareció Superman III, que era bastante mala y, por último, en 1987 vimos las letras en relieve de Superman por cuarta vez, en una película que resultó un fracaso financiero tan sonado que enterró la franquicia por casi 20 ańos.
De todos modos, la super-manía fue uno de los fenómenos más característicos del comienzo de la década de los 80, y los escaparates de las tiendas se inundó con toda clase de super-productos, desde super-loncheras, de aquellas de metal, a super-camisetas, de esas ajustadísimas, como era la moda en los 70. obviamente azules y con la gran “S” en medio del pecho, además de juegos de cartas, de tablero, y juguetes por docenas, incluyendo la siempre popular action figure, o ashon figur como se dice en criollo. Y por supuesto, las ventas de las historietas publicadas por DC Comics se dispararon.
Incluso un jovencito Miguel Bosé lanzó una canción dedicada al Super-hombre ese, que se convirtió en uno de los hitos musicales de 1979, y que desalentó a muchísimas de sus fans femeninas, porque ni la canción ni la imagen del Bosé podían ser más gays, incluso en los ańos 70:
Yo tuve que esperar algunos ańitos para ver la película, en alguna sesión de ‘Cine en su casa’ que programó el canal 7 o el 13 alguna noche de entre semana de comienzos de los ańos ochenta. Lo cual me irritó mucho porque cortaban la película cada dos por tres para poner comerciales de Carozzi, la mágica chequera Din, estufas Fensa, en las que se “puede confiar porque están hechos para durar”, el Banco de Chile (cuyo originalísimo eslogan era “El Banco de Chile”) y todas esas cosas a las que yo no podía acceder por ser demasiado chico. De todos modos, me encantó toda la película, sobre todo, la cómica actuación de Gene Jackman como Lex Luthor, con su cómico aire de superioridad.
Superman II fue la primera película de esta franquicia que vi en el cine, en Espańa. De esta película, guardo el recuerdo imborrable de la batalla en Nueva York, en donde me llamaba la atención el bus con propaganda del musical ‘Evita’, tan en boga en aquellos días, mucho antes de que Madonna viniera e hiciera su estrambótica versión cinematográfica. Además, me enamoré de la Nueva York que salía en esa película, amor que aún me dura. Luego de eso, vería Superman III y IV en el cine, aunque tengo recuerdos muy vagos de esas dos películas, seńal de que no me impresionaron tanto como las dos primeras.
A pesar de que la serie de películas fue decayendo con cada nueva entrega, a muchos de los que vimos a Christopher Reeve cuando éramos cabros chicos nos dejó una marca indeleble en nuestra imaginería, y a pesar de su terrible accidente en 1995, y de su triste muerte en 2004, aún lo recordamos como la reencarnación perfecta del hombre de acero. Imagen que, por el momento, la nueva película aún no ha borrado.