Los cuadernos Torre y Austral

Una de las cosas que más me sorpendió durante el tiempo que pasé en Chile fueron los cuadernos. Bueno, no los cuadernos en sí, que son todos más o menos iguales en cualquier parte del mundo, sino lo competitivo que era el mercado cuadernístico acá en Chile, que no he visto en ninguna otra parte.

Al comienzo de los 80, daba lo mismo el cuaderno que tuvieras. Había esos cuadernitos chicos, sin espiral, de marca Torre sobre todo, de 40, 60 y 100 hojas. Esos eran los cuadernos ‘escolares’. Luego estaban los ‘universitarios’, que eran más grandes y tenían una espiral de metal que se enganchaba en todas partes -en mi caso concreto, el alambre de esos cuadernos tenían una especial debilidad por arañarme la piel del antebrazo- y se ‘deshilachaba’; si no tenías cuidado, las hojas volaban por todas partes.

Luego, a mediados de los 80, las marcas ‘Torre’ y ‘Austral’ empezaron a competir duramente para atraer más ventas. Se hicieron spots publicitarios, se crearon eslógans (el ‘Corre, corre, a comprar cuadernos Torre’ se enfrentó al ‘Austral, tu cuaderno triunfador’) y los cuadernos se sofisticaron y ofrecieron espiral plastificado, coil-lock y twin-lock (es que todo es más sofisticado si tiene un nombre en inglés), tapas duras (¡MENTIRA! ¡Se doblaban sin esfuerzo!) o lavables (¿quién se acuerda del jingle ‘lávale la cara’ de Austral?) y se introdujeron portadas más coloridas y ‘a la moda’. Incluso la casa ‘Austral’ hizo una promoción con grandes premios (como pérsonal stereos, televisores blanco y negro y por supuesto más cuadernos de regalo) con sopas de letras y otros pasatiempos impresos en la cara interior de la portada.

Luego llegó la fiebre de las franquicias, con todas las compañías papeleras compitiendo duramente para conseguir los personajes que más plata les dieran, fueran Fido-Dido, las criaturas de Disney, Los Simpsons o lo que fuera, con tal de vender más y más cuadernos.

La competencia entre Torre y Austral terminó en Marzo de este año que acaba, cuando la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones anunció que Austral dejaba de producir cuadernos, con lo que Torre se convierte en el referente chileno en cuanto a cuadernos.

La actividad en el mercado cuadernístico chileno me dejó y aún me deja boquiabierto, porque de hecho, nunca había visto ningún otro país del mundo en donde un cuaderno, que no es más que una libretita para tomar apuntes y escribir o dibujar en él, se convirtiera en un objeto de consumo y que las diferentes empresas papeleras se pelearan de forma tan neoliberal para conseguir un poquito una porción un poquito más grande del pastel cuadernístico que según he leído por ahí consume unos cuarenta millones de cuadernos al año en Chile.

En el resto de países en los que he estado, vivido y necesitado cuadernos, el mercado es mucho menos dinámico. Por ejemplo, en España, país que tiene tres veces la población de Chile, las libretas y cuadernos han variado poco su imagen desde los años setenta (ver imagen a la izquierda). Y en los EE.UU., el hogar por excelencia de la competencia salvaje y del consumismo extremo, los cuadernos aún tienen la espiral de alambre sencilla, desterrada hace más de veine años por los principales fabricantes chilenos (como se ve a la derecha). Qué singular.

Por extraño que parezca, Chile se ha convertido en una potencia mundial cuadernística, que exporta sus excelentes cuadernos a muchas partes del mundo, y cuyas empresas papeleras son lo suficiemtemente poderosas para absorber otras compañías de países vecinos, como Ipusa en Uruguay.

Así que la próxima vez que quieras presumir de tu chilenía frente a un extranjero desdeñoso de Chile y su capacidad industrial, amigo lector, ya tienes otro argumento que añadir: “Sí, Chile será esto y aquello, pero también es una potencia cuadernística de primer orden.” ¡Que tomen nota allá afuera!