Hello Kitty – ¡Qué raras son las niñas!

En los años 80, había niños y había niñas. Esto no es ningún dato nuevo, puesto que en todas las décadas anteriores y posteriores ha habido niños y niñas.

Cuando se es niño, o niña, el sexo opuesto te repele, no te gusta, no lo entiendes. Los niños piensan que las niñas son raras y las niñas piensan que son los niños los que son raros. Y si eres niño y te juntas con niñas, entonces tú eres el raro. Me da la sensación que también las niñas pensaban que si una niña se juntaba con niños esa niña era la rara, pero no sé decirlo con certeza. Asuntos de la niñez, me imagino.

El problema es que cuando uno crece, el raro es el que NO se junta con niñas… bueno, lolas, mujeres, etcétera. Aunque me parece que el sexo opuesto al mío es un poquito más tolerante y puede aguantar más tiempo sin la presencia del otro sexo. Pero, eeeh, de eso se habla en otros blogs, que este está sólo dedicado a los cabros de los 80. Y a las cabritas también.

A los niños nos gusta la acción, por eso pasamos nuestra niñez jugando al pillarse, al paco-ladrón (¡aún en aquella época de represión policial!), viendo series de TV y monitos donde combos y mochas abundan, mientras las niñas suelen preferir temas más serenos, dulces y tiernos, como jugar a las muñecas y casitas y reproducir el comportamiento de la madre y demás cosas sosegadas en general.

A lo mejor es que la sociedad nos obliga a comportarnos como niñOs y niñAs, para escándalo de los que proclaman la igualdad absoluta de sexos (obviando que hay una diferencia biológica más que notable); probablemente no sea más que tendemos a imitar los modelos de conducta más cercanos que tenemos, padre y madre, con un rol diferenciado; o tal vez sea que, en el fondo, somos mucho más animales de lo que pensamos y las pautas de nuestro comportamiento se basan en el férreo dictado de la testosterona, el estrógeno y toda la química biológica que llevamos dentro. El asunto es que hay artículos infantiles y juguetes eminentemente masculinos y otros eminentemente femeninos.

Y “Hello Kitty” es uno de los últimos.

Hello Kitty (ハローキティ, o sea, Harōkiti) es un personaje creado por Sanrio, una compañía japonesa que se especializa en muñecos de animalitos y que saca la mayor parte de sus ganancias de las licencias de merchandising. La gatita nació en 1974, pero Sanrio no comercializó un producto con su carita de trazos gruesos y tendencia minimalista hasta dos años después. Hello Kitty se convirtió inmediatamente en un éxito de ventas en Japón, y poco tiempo después, en los primeros ochenta, su dulzura, sencillez e inocencia le hicieron conquistar millones de corazones femeninos, sobre todo de niñas de menos de quince años.

Acá en Chile, Hello Kitty no tardó en convertirse en un símbolo de la femineidad infantil en la primera mitad de los ochenta. Era, y tal vez es, un tótem, un simbolo de pertenencia a un sexo y a una edad determinadas. Y, además, Hello Kitty es también un torrente de merchandising: libretitas, muñequitas, tarjetitas, lapicitos, peluchitos, estuchitos, agenditas, pegatinitas y un montoncito de cositas diseñaditas a conquistar corazoncitos tiernitos, y femeninitos, con preponderanciíta de tonitos rositas y pastelites.

Cosas que a los niños como yo les irritaba más que beberse dos cubos de azúcar, pero que a las niñas -como mi hermana 18 meses mayor que yo- ls atraía como la miel atrae a las moscas. Y me quedaba embobado viendo toda esa dulzura y todos esos tonos claros y suaves y toda la plata que ganaban -y ganan- los de Sanrio y yo me preguntaba cómo era posible que las niñas no se hicieran diabéticas con tanta dulzura.

Entonces me iba a mi cuarto a armar naves espaciales con mis Tente y simulaba batallas espaciales con explosiones y destrucción y aterrizajes forzosos, excusas para estampar la flota galáctica contra el suelo y admiraba cómo las piezas de plástico volaban en medio de una explosión imaginaria al estilo de La Guerra de las Galaxias -con efectos de sonido incluídos, claro-, y me tranquilizaba saber que era un niño normal y alejado de la mentalidad viscosa de las niñas.

Cuando creces, Las cosas cambian muchísimo. Por lo menos, en mi experiencia, para los varones. Yo, por ejemplo, ya no armo naves espaciales con Tentes para después desarmarlas violentamente. Y ya no creo que las mujeres de mi edad sean raras… bueeennno… tal vez un poquito. Pero, eso sí, las encuentro mucho más atractivas que antes, sin lugar a dudas.

Sin embargo, Hello Kitty continúa ahí, y las niñas que la adoraron en los años 80 son ahora treintañeras que siguen adorándola en muchos casos. Y Hello Kitty continúa atrayendo corazones femeninos, su carita todavía aparece en decenas de miles de productos de todo tipo -incluyendo guitarras eléctricas, bicicletas, muebles e incluso píldoras de adelgazamiento – y sigue siendo tan inocente como siempre. Por poner un ejemplo, el artículo que puedes ver a la izquierda de este texto, querido lector – o lectora-, parece ser un lápiz de pasta de Hello Kitty pero no lo es. Es un aparato cilíndrico, de unos 15 centímetros de altura, coronado por un tierno muñequito de Hello Kitty con un peluche entre las patitas, y que utiliza baterías para… eeeh…

Japón es un país de depravados. Oh, sí. Depravados. Totalmente depravados. Todos.