El valor de las moneditas cuando eres chico
En los EE.UU. las monedas han cambiado poco en su aspecto a lo largo del tiempo. El diseño actual de las monedas de un centavo fue introducido en 1959, las de cinco centavos en 1938, las de diez centavos son del 46 y la de 25 centavos es de 1932. Desde entonces todas esas monedas continúan circulando en aquel país sin cambios notables.
En Chile, la inflación y la devaluación hizo que las monedas tengan en general una vida mucho más corta. Cuando Chile se independizó de la corona española, se adoptó el peso de plata y el escudo de oro como monedas oficiales, cuyos valores estaban respaldados por el metal en el que estaban hechas. En 1851, se declaró el peso como moneda nacional, que se mantendría por más de un siglo, aunque en la década de los cuarenta la moneda dejó de estar hecha de metales preciosos para tener sólo un valor nominal, relativo a otras divisas, que se iría devaluando con los vaivenes de la economía mundial y nacional.
Don Jorge Alessandri, en un intento por sanear la deteriorada economía chilena, reemplazó en 1960 el peso primigenio por una nueva moneda llamada Escudo, que lamentablemente continuaría cayendo de forma cada vez más acusada por causas tanto internas como externas, hasta que el gobierno de Pinochet reestableció el peso en 1975. Así las cosas, un peso chileno ‘actual’ equivale a mil escudos de los antiguos y diez mil pesos de los de antes de Alessandri… lo que significa que un boleto de micro costaría hoy en día tres millones setecientos mil pesos de los de 1942, cero más o cero menos.
Pero concentrémonos en las monedas de los años 80. Yo llegué a Chile en el 81, como creo que ya he mencionado, y recuerdo que las monedas más abundantes eran las de 1, 5 y 10 pesos. Y eran grandotas, tanto como su valor relativo para un cabro chico por aquellos años. Con una de esas monedas de un peso, de color plateado, te daban dos calugas en los quioscos, más que suficiente para saciar el hambre en el recreo. O un chicle-globo ‘Dos en Uno’, que por aquel entonces sólo venía en dos sabores, de menta, con su envoltorio dorado y verde; o de frutilla, con sus colores rojo, blanco y azul, así que esas monedas no eran tan despreciables como uno se pueda creer.
Las monedas de 5 y 10 pesos acuñadas antes de 1980 eran aún más grandes. Su diámetro era más o menos como las monedas de 500 pesos de ahora, pero como a la vez eran menos gruesas, su aspecto era más de tapa de alcantarilla que las de ahora. En aquellos años, 10 pesos era lo que valdría una ficha para jugar en los salones de recreativas como el salón ‘Delta’ que pusieron en el Parque Arauco y al que siempre me escapaba -más para ver jugar a otros que para jugar yo mismo- cuando mi familia me llevaba allá, porque el ‘vitrinear’ no es algo que me entusiasme demasiado.
He rescatado los restos de un viejo ejemplar de Las Últimas Noticias que tenía guardado en un cajón, con lo que les puedo contar algunos otros precios en la época… veamos… Poner un aviso en los clasificados del diario costaba $10 por palabra. Un ejemplar de este diario costaba $20. Una casa en Quilicura de tres dormitorios, living-comedor y un baño se arrendaba por $10.000. Vendían un Mini del 69, “impecable”, por $70.000, y pedían $650.000 por un departamento de tres dormitorios en Renca. Hoy en día estos precios parecen risibles, pero no nos olvidemos que en aquella época los sueldos eran también proporcionalmente bajitos, tal vez incluso más que ahora, así que vivir en aquella época no es tan apetecible como pueda parecer a simple vista.
A causa de la devaluación e inflación que sacudió a Chile a comienzos de los ochenta, aquellas monedas grandotas no tardaron en valer cada vez menos hasta llegar al punto en el que el metal del que estaban hechas valía en el mercado de metales más que el valor nominal de las monedas. Por ello, se sustituyeron a partir de 1980 por otras monedas, doradas esta vez, más chiquititas y manejables (17 milímetros para la de un peso, 19 para la de cinco y 21 para la de 10). Recuerdo, por ejemplo, que en quinto año mi curso organizó una colecta voluntaria en la que todos teníamos que pagar 10 pesos por semana para organizar una fiesta cuando el curso terminara.
En septiembre de 1981 se introdujo la moneda de 50 pesos, ambicionado tesoro para los cabros de la época que podían cambiar esa moneda ‘morena’ por un delicioso completo con abundante chucrut y mayonesa. Además, el mínimo imprescindible para un viaje en taxi a mediados de los 80 era esa cantidad. Todos los taxis de Santiago tenían una gran pegatina amarilla y negra pegada en el lado derecho del parabrisas con una figura que parecía una estilizada ‘bandera’ de taxímetro bajada y un enorme “41” en letras negras, que significaba que ése era el precio a partir del cual el taxímetro empezaría a contar. Aunque ese es un detalle menor, puesto que siempre que tomábamos un taxi, lo hacíamos acompañados de mayores y eran ellos los que se encargaban de pagar la carrera.
La moneda de 100 pesos apareció en 1984 y reemplazó al popular billete con la efigie de Don Diego Portales (del cual me llamaba la atención su enorme nariz; no me culpen, yo sólo era un cabro chico), y era tan rara de ver en las manos de un cabro chico que el que lo tenía podía presumir de ‘platudo’ y disfrutar de una gran popularidad hasta que se le acababa la plata. Mientras que el billete sólo estuvo entre nosotros unos cuatro años, la moneda que lo reemplazó ha continuado en circulación por más de dos decenios y no ha sido reemplazada por la nueva ‘bicolor’ hasta el 2000.
Déjenme mencionarles un pequeño detalle que a lo mejor a algunos de ustedes han pasado por alto. Durante el gobierno de Pinochet, las monedas de 5 y 10 pesos siempre mostraron en su cara superior la imagen de un ángel rompiendo las cadenas que aprisionaban sus muñecas junto a la leyenda “LIBERTAD”. A los lados de esa alegoría, se puede leer una fecha diminuta: 11-IX-1973…. un mensaje bastante poco sutil acerca de cómo se veía el régimen militar a sí mismo, ¿no les parece?