El Personal Stereo

Aunque no se lo crean ustedes, y a pesar de lo computín que soy, aún no poseo ningún reproductor MP3 portátil. Cada vez que necesito llevarme la música a cuestas, y cuando mi computadora portátil es demasiado engorrosa, opto por escuchar la radio ‘analógica’ a través de mi viejo pérsonal Sanyo, con su compartimento para cassettes (que ya casi no uso) y su ruedita para sintonizar las emisoras tanto de AM como de FM.

Comparado con los iPods y demás reproductores MP3 contemporáneos, tanto los que usan disco duro como los de memoria FLASH, mi pérsonal es un mamotreto grande, obsoleto y limitado, una antigualla que pertenece al baúl de los recuerdos. Pero, a pesar de todo, mi viejo Sanyo continúa haciendo su humilde trabajo, el de acompañarme con la música en las emisoras de FM que capta, o bien escuchar las noticias del día en las emisoras de AM.

Uno de los motivos que me llevó a comprar este aparatito, hace ya tres años, es que es idéntico a los pérsonals de los años 80. Y es que, así como los MP3 caracterizan esta década que vivimos ahora, y los ‘Discman’ pertenecen a los años 90, los ochenta fueron la época de los Walkman, o bien Pérsonals, como los bautizamos en Chile. Y ya saben ustedes que este servidor es un fanático de la nostalgia ochentera.

A pesar de que tenemos radios de bolsillo desde los años 50, y existían reproductores de ‘Compact-cassettes’ que podríamos considerar como portátiles desde mediados de los años 60, el ‘walkman’ se convirtió en un icono de los años 80, junto a los cariñositos, los colores pastel, los videos Betamax, el Pac-Man, Frutillita Village y los Fonzies.

El Walkman, tal y como lo conocemos, se gestó en 1979 en los laboratorios de Sony, casi por accidente. En aquel año, la compañía se estaba reestructurando, y los responsables de la división de grabadoras de cinta se vieron obligados a sacar un producto nuevo al mercado, o de lo contrario, el departamento dejaría de existir como tal. Así, pues, y partiendo de la grabadora portátil ‘Pressman’, diseñaron un pequeño reproductor estéreo de cassettes. Akio Morita, el fundador y jefazo de Sony por aquellos años, probó el aparato y quedó tan encantado que dio luz verde al proyecto. Así el 24 de Marzo de 1979 nació el TPS-L2, el primer walkman de la historia, que costaba nada menos que 200 dólares de la época (o su equivalente en yenes).

Viendo el enorme potencial del invento, las demás compañías de electrónica se subieron al carro de la ‘música portátil’ tan pronto como pudieron, de tal forma que, para 1981, había por lo menos una veintena de modelos diferentes en el mercado.

Los pérsonals de la primera generación, aunque tienen una amplia gama de colores y formas, en general presentan unos detallitos que los caracterizan de los que vendrían después: la mayoría contaba con dos salidas de audífonos (para compartir la música con tu amigo/a favorito/a, qué choro, ¿eh?), controles de volumen separados para los canales izquierdo y derecho (!!) y un botoncito que activaba un micrófono ambiental para oir el ruido alrededor del usuario en vez de la música. Una idea excelente, aunque poco práctica. Con semejantes características, y considerando la época, no es de extrañar que la mayoría de esos pérsonals costaran tan caros como un reproductor MP3 hoy en día, aunque ni siquiera tuvieran radio. Fue por ello que algunas compañías, como Aiwa o Toshiba, desarrollaron y comercializaron módulos receptores de radio que cabían en el compartimento de cassettes y pasaban la onda a través de los cabezales del cassette. Ah, y por supuesto, aquellos viejos pérsonals eran cuadrados, angulosos, rectos, como la mayor parte de los diseños de los años 80.

En los años siguientes, los fabricantes de electrónica barata también ofrecieron modelos a precios más competitivos, por lo que las compañías grandes, como Sony o National/Panasonic, ofrecieron más prestaciones para justificar sus altos precios. Así surgieron los modelos que ofrecían radio AM y FM incorporada, sonido Dolby-D (esa tecnología era como la alta fidelidad de los cassettes), auto-reverse, ecualizadores para modular el sonido e incluso dos casseteras en un sólo aparato, para escuchar el doble de música. El paradigma de aquellos ‘mega-walkmans’ fue el CQ-F22K de JVC, lo más completo que se podía conseguir en 1982.

Tampoco podemos olvidar la serie ‘Sports’ de Sony, aquellos walkmans de colores chillones (pero sobre todo amarillos, auriculares incluidos) sumergibles; elemento imprescindible cualquier cabro o cabra que se quisiera sentir ‘la muerte’, junto con las zapatillas Adidas y las camisetas de Ocean Pacific. El primero de estos modelos ‘deportivos’ salió en 1982, y llegó a haber uno con baterías solares, el no va más de… de… eeeh, la pitutería, diría yo.

Los radioreceptores RD-10 y RD-100 de Casio, de 1985, merecen una nota aparte, porque tenían el tamaño y el grosor de una tarjeta de crédito, y sólo dos milimetros de grosor. Un compañero mío de colegio se compró una de estas pequeñas maravillas, y tuve ocasión de verlo con mis propios ojos, incluído el peculiar audífono estéreo, cuya clavija era plana como si la hubieran hecho con papel de aluminio dorado. Este es probablemente el más raro de los walkmans de los 80, que se cotiza a precios astronómicos

A pesar de que aún se venden los walkmans ‘de toda la vida’ (con un precio mucho más ajustado, por supuesto, ahora nadie va a gastarse una fortuna en un reproductor de casettes con radio incorporada), su época dorada acabó hace ya mucho tiempo. La aparición del primer ‘Discman’, de la misma compañía que desarrolló el ‘Walkman’, marcó el comienzo del fin de los pérsonals como aparato ‘de última tecnología’, pasando al nivel más mundano de aparatito de uso diario. En los años 90, siguiendo las tendencias de diseño ‘orgánico’, las formas de los pérsonals se hicieron más redondeadas y compactas, e incorporaron pantallitas digitales, pero eso ya es otra historia, digna para algún blog dedicado a la nostalgia de los años 90, si es que existe alguno.

El primer pérsonal que tuve me lo trajo el viejo pascuero en las navidades de 1985, hace ahora casi 20 años. Era una radio FM de marca ‘chancho’, en una caja que sólo ponía “SPORT RADIO” y con una fotito de la radio con una pelota de básketbol a la que habían puesto los auriculares. Por supuesto, mi radio tenía los típicos auriculares de los 80, los tipo ‘casco’ con almohadillas naranja (que casualmente viste nuestro ‘cabro de los 80’), y me acompañó hasta que un buen día se rompió. O, más bien, lo rompí. Ejem.

Luego, heredé de mi hermana mayor el ‘walkman’ que a ella le habían regalado en 1982. Era uno de esos ‘walkman’ de primera generación de los que he hablado antes, con sus dos tomas para auriculare y la insólita (para mí) capacidad para grabar en el cassette directamente de la radio. ¡Qué maravilla! A ese lo ‘freí’ literalmente en un experimento: quería saber si el Walkman funcionaría si lo conectaba a la red electrica con un transformador de 12 voltios. Luego me di cuenta que lo que el walkman necesitaba eran tres voltios. En fin.

Antes de que acabara la década de los 80, me acuerdo de haber tenido otro pérsonal marca chancho, pero mejor terminado, que tenía radio AM/FM y cassettera, y cuya caja de color amarillo intenso intentaba aparentar que se trataba de uno de esos walkmans ‘Sport’ de Sony. Pero ahí acababan las similaridades, porque ese no era ni sumergible, ni a prueba de salpicaduras, ni nada. Uf, una de mis grandes frustraciones de mi juventud es, precisamente, no haberme duchado escuchando mi música favorita a través de los auriculares amarillos de uno de esos Walkman Sports, que nunca tuve.

Han pasado los años, y he tenido muchos otros ‘walkmans’ -siempre de los más baratos, porque mi presupuesto es corto, claro- hasta llegar a mi fiel Samsung. Lamentablemente, creo que este será el último ‘walkman’ clásico que tenga, y el siguiente será uno de esos anodinos ‘MP3’, a menos que me anime y compre algún ‘walkman’ viejo de los que se ven todavía en eBay.