Cuidado con los destructores de recuerdos de la niñez
(Advertencia: Esta lectura NO se recomienda a menores de 18 años o personas inmaduras.)
(Post-Advertencia: No digas luego que no te avisé)
Internet es un reflejo vivo de la mente humana, una suerte de subconsciente colectivo gigantesco y el sueño de millones de personas hecho realidad, desde Erasmo de Rotterdam que soñó ‘una biblioteca tan grande como el mundo’ a visionarios como Douglas Engelbart y su proyecto para aumentar el intelecto humano por medio de computadoras empezado en ¡1962!
Pero no sólo es eso. Internet también es un nido de maleantes y un mundo de corrupción gracias a la extrema libertad que Internet brinda a sus usuarios. Un mundo de estafadores y ladrones a la caza de incautos, de vendedores de inutilidades con escasos escrúpulos, un universo de depravados que aguardan a víctimas incautas, y un paraíso para los que buscan saciar sus morbosos instintos.
Una de las grandes ventajas es que en internet, todos los contenidos están a un click de distancia. Lamentablemente, eso es también una de sus mayores desventajas. Uno puede ir tranquilamente buscando contenidos inocentes en Internet y de repente darse de narices con algo que uno no está psicológicamente preparado para asumir, depojado totalmente de la inocencia que uno esperaba encontrar. Este tipo de contenidos, sean imágenes, videos o sonidos, te golpea sicológicamente como un martillo y te puede dejar en estado de shock por días, por más curtido que esté uno en Internet. De golpe y porrazo, te puedes encontrar con un video de un pederasta en acción, la grabación de la caja negra de un avión que se estrella, o la imagen de un cadáver destrozado fotografiado con demasiado detalle.
Justamente cuando navegaba Internet en busca de contenidos para este blog me he encontrado con más de una sorpresa desagradable, y con más frecuencia que la que desearía, por parte de los lo que yo llamo los destructores de recuerdos de la niñez.
Todos nosotros tenemos recuerdos agradables de los monitos animados que vimos a medida que crecíamos, como He-Man, los Thundercats, Scooby Doo, Frutillita Village, etcétera. Son parte de nuestra niñez y por lo tanto están ligados a una época de nuestras vidas sencilla e inocente.
Sin embargo, hay… gente… que encuentran esos personajes… sexualmente excitantes, por increíble que parezca. Por lo normal son gente solitaria y sin ninguna vida social, que rozan la sociopatía cuando no están inmersos en ella, que se encierra en sus casas y sus mentes, que no conoce contacto con gente del otro sexo y cuya sexualidad frustrada tiene que salir por alguna parte. Y a veces sale por lo más tierno e inocente que tienen: los recuerdos de su infancia, buscando cobijarse de un mundo adulto que no entienden y al cual rechazan adaptarse.
Por tanto, por horroroso que nos parezca al resto de la humanidad, crean ‘situaciones alternativas’ con personajes que todos nosotros guardamos en el corazón y los ‘violan’, adaptándolos a sus gustos sexuales. La morbosidad que estos personajes despiertan en sus solitarias mentes hace que en un determinado momento no tengan suficiente con ver al personaje ‘A’ copulando con el personaje ‘B’ y añadan violencia, sadomasoquismo, coprofagia e incluso pederastia con el mismo entusiasmo, deseosos de saciar un apetito sexual que cada vez exige el ‘más dificil todavía’.
No te engañes, amigo lector. No me considero una persona conservadora. De hecho, creo que soy bastante liberal y abierto de mente, y acepto que hay mucha gente que tiene estándares diferentes de los míos. Pero todo tiene su límite, incluida mi tolerancia. Por supuesto que no me importa la sátira bien intencionada, cuando esa sátira es creada con el propósito de hacer gracia. Por ejemplo, me parto de risa con las películas apócrifas que muestran a un He-Man mucho más afeminado de lo que aparecía en la serie original de TV (que ya es bastante). O el irreverente episodio perdido de Los Pitufos que me hizo reir hasta que se me aflojó el esfínter. Ese tipo de sátira sí las aprecio y disfruto. Pero cuando la intención no es el reirse a costa de un personaje de la niñez sino saciar la solitaria líbido de un ser disfuncional, la cosa se vuelve tétrica y traumatizante si no estás sicológicamente preparado. Es algo así como ver cómo violan a un ser que aprecias y quieres.
Así pues, amigo lector, permíteme recomendarte que tengas muuucho cuidado cuando navegues por Internet. El abuso de imágenes truculentas, tan abundantes en Internet, te puede convertir en un ser insensible. Y si no tienes cuidado, te encontrarás con un degenerado a la vuelta de la esquina que reduzca tus recuerdos infantiles a cenizas con sólo una imagen. Estás advertido.