Álbumes de Figuritas (I)

Las figuritas eran uno de los hobbies favoritos de la generación que fue niña durante los años 80.

Si tú, estimadísimo lector o lectora, coleccionaste estampitas cuando eras chico/a, sabrás que la emoción que se siente cuando tus papás te regalan un álbum es indescriptible. Como lo es el hojear sus páginas cuando está nuevo. Y también conocerás el cosquilleo en la guata al abrir un sobre de figuritas, la alegría que sientes cuando encuentras una que no tienes, el relegar al ‘montón’ las que tienes repetidas, o el orgullo sientes cuando, después de un tiempo, el álbum ‘engorda’ con el peso añadido de las figuritas. Te habrás enojado si usaste cola fría en vez de Stick-fix para pegar las estampitas y te encuentras un día que las hojas se te han quedado pegadas y se rompen cuando intentas despegarlas. Y, claro, también habrás llevado tu montón al colegio, para jugártelas con tus compañeros de curso durante el recreo o en la misma liebre que te trae y lleva del colegio.

Mi primer álbum fue el “Formula 1 Grand Prix” que sacó Figurine Panini en 1980, pero que aún se vendía en Chile en el 81. Yo le había estado dando la lata con tenacidad infantil a mi madre durante semanas para que me lo comprara, porque veía jugar a los demás niños con las figuritas en el colegio y quería participar en ese mundillo. De hecho, lo primero que le preguntaba a mi mamá cuando la liebre me dejaba en casa era eso, ¿Me trajste el álbum?

Ese día de Abril de 1981 le pregunté a mi madre cuando regresé del colegio. Ella me respondió que no. Me enfadé un poquito, me fui a mi pieza para dejar la mochila, el saco y la corbata de mi uniforme de tercer año básico del Colegio San Pedro Nolasco… y, ahí, encima de mi cama estaba el álbum, con cinco o seis sobres alrededor, que mi madre había puesto el cariño que sólo una madre puede brindar, para darme una sorpresa. ¡Qué alegría! Como es lógico, volé hasta la sala y le di un abrazo enorme a mi madre. Mi hermana también tuvo su propio álbum ese día, el “I love you” de Sarah Kay (al cual pienso dedicar mi próximo artículo), por lo que mi hermana y yo pegábamos las figuritas nuevas en nuestros álbumes los fines de semana de aquel año mientras veíamos ‘Los Pitufos’ y el ‘Magnetoscopio Musical’ al mediodía.

“Formula 1 Grand Prix” me familiarizó con nombres como René Arnoux, Nelson Piquet, Emerson Fittipaldi y Carlos Reutemann, las escuderías para las que corrían -con autos que por aquel entonces eran ultra-modernos- y los circuitos en donde la temporada se correría, con nombres tan exóticos como Kyalami y Watkins Glen. Y, por supuesto, me hizo seguir con la serie de monitos animados “Super Grand Prix” que se estrenaría poco después en el canal UCV (serie que, por otra parte, distribuye en Chile Quality Films junto con muchas otras series de la época).

Y en el colegio, pronto aprendí a jugarme las estampitas con mis compañeros en los recreos. Repasaba los montones que mis amigos tenían hasta que encontraba una que me interesaba. Entonces, venían las palabras mágicas, “Te juego esta por (x) mías”, y empezábamos a negociar hasta que alcanzábamos un acuerdo. Entonces poníamos las figuritas en un montón en el suelo, banco, escritorio o cualquier otra superficie plana, hacíamos un rápido ‘ca-chi-pún’ (abreviado a ‘chún!’) para ver quién empezaba, e iniciábamos el juego, dándole manotazos al montón para voltear el mayor número de figuritas posible. En la hora del recreo, nuestro patio se llenaba con el sonido de esos manotazos -¡plaf!¡plaf!- y el ocasional “¡Voltereta repite!” que se voceaba cada vez que una figurita daba una vuelta completa en el aire.

A medida que pasó el tiempo la manía por coleccionar figuritas se me pasó, sobre todo porque había completado las tres cuartas partes del álbum y todas las figuritas que conseguía me salían repetidas. Y para colmo, el “Grand Prix” ya había pasado de moda, no se vendían más sobrecitos y mis otros compañeros dejaron de traer esas estampitas al colegio, reemplazadas por las colecciones que sacaron después. De hecho, al año siguiente, mi madre me compró el álbum del mundial España 82, pero como ya estaba escamado por lo que me pasó con mi primer álbum, no le presté demasiada atención. El álbum se me perdió un buen día y ya no me acordé más ni de él ni de las figuritas, desplazadas en mi lista de prioridades por las revistas Disney y el Condorito. Además, ya estaba en cuarto año y eso de juntar figuritas se consideraba “de cabros chicos”. Irónico, ya lo sé, pero el pasar de un año a otro a uno le hace pensar que es más maduro y serio.

De todos modos, tanto la chilena Salo Editores como la italiana Figurine Panini han seguido lanzando álbumes hasta el día de hoy, basados en series de dibujos, producciones populares para el público infantil y en el deporte, con álbumes dedicados a ligas, copas mundiales o equipos como el Colo Colo, y siguen siendo muy populares entre los niños de todo Chile.

Y eso es porque, para un cabro chico, hay pocas emociones comparables a la que se siente al abrir un sobre de estampitas, sea hoy día, en los años cuarenta o en nuestra querida y añorada década de los 80.