Un hecho – El Atentado a Pinochet

Como vimos en un artículo anterior, 1986 sería para el PFMR el año definitivo, en el que derrocarían el gobierno de Pinochet, vengando así el golpe de estado de 1973. El plan, originalmente concebido entre 1984 y 1985 por algunos dirigentes del PC, suponía que para aquel año el desgaste de Pinochet al frente del gobierno y el desarrollo del FPMR iban ser tales, que se estaría en condiciones de ajusticiar al dictador.

La realidad de aquel año fue diferente. Por un lado, el CNI resultó mucho más cruel y eficaz de lo que los frentistas supusieron. El FPMR perdió muchos militantes, algunos de ellos muy difíciles de reemplazar, y el CNI obtuvo mucha información valiosa gracias a las torturas inflingidas a los que tuvieron la poca suerte de ser capturados vivos. Durante 1986, el Frente estaba muy lejos de ser la fuerza desestabilizadora y omnipresente, al estilo del Viet-Cong del 1968, que aquel núcleo duro del PC anhelaba. Las cosas empeoraron todavía más cuando el arsenal de Carrizal Bajo fue descubierto y el Frente se vio privado del material necesario para el levantamiento popular previsto.

Desde el punto de vista político, la situación tampoco les era favorable. La Alianza Democrática, que aglutinaba todos los partidos de la oposición moderada, había inaugurado la vía de la salida dialogada de la dictadura con un apoyo popular cada vez más amplio, aislando al PC y su tesis de acabar con el régimen militar por las armas. Además, el gobierno no acusaba el desgaste de 13 años de poder consecutivo, satisfecho de una gestión ejemplar, según ellos, y la economía se recuperaba paulatinamente de la crisis del 82.

En una posición cada vez más incómoda, sin suficientes armas ni militantes para organizar un movimiento de insurgencia serio, y con un apoyo popular decreciente, el FPMR intentó jugarse todo a una carta. Su intención era “romper el palo mayor del velamen dictatorial”, es decir, matar a Pinochet.

En mayo de 1986, el oficial frentista José Valenzuela Levi, apodado “comandante Ernesto”, fue encomendado para diseñar una emboscada a la comitiva presidencial, que sería conocida como “Operación Siglo XX”. Valenzuela escogió a los militantes más experimentados del Frente -algunos de ellos recibieron adiestramiento especial en Cuba- y se realizó un discreto seguimiento a las actividades y movimientos de la comitiva de Pinochet para marcar el lugar y momento oportunos para la encerrona.

El lugar designado fue ‘la cuesta de la achupalla’, un tramo de la carretera del cajón del Maipo, frecuentado a menudo por la caravana presidencial por las escapadas que hacía Pinochet los fines de semana a su finca en el Melocotón. En esa zona, la ruta es considerablemente angosta y las vías del ferrocarril de vía estrecha que sube a El Volcán, abandonado por aquel entonces, pasaba justo por encima de la ruta, lo que la convertía en un punto ideal para fuego de desenfilada. La idea era simple: bloquear la comitiva por delante y por detrás y acribillarla con fuego de fusilería y lanzagranadas desde la vía y los vehículos implicados en el bloqueo.

La base de operaciones se estableció en una casa arrendada en La Obra, en pleno cajón del Maipo. A partir del mes de Agosto de 1986, grupos de frentistas reconocieron el terreno y se establecieron en los alrededores de El Melocotón para vigilar los movimientos del tirano. El viernes 5 de Septiembre, posiblemente después de que vieran la comitiva presidencial subiendo al refugio de El Melocotón, se hizo una última reunión en la casa de La Obra, se revisaron los planes, se repartieron las armas y la munición. El atentado tendría lugar cuando la comitiva volviera a Santiago.

Imagínate la tensión de esos hombres y mujeres a lo largo de aquel fin de semana, esperando, convencidos que están a punto de pasar a la historia de Chile como los libertadores de Chile, los que vengaron a Allende, los que acabaron con la dictadura. Los minutos pasan eternos, las horas parecen años. Pasa el sábado lentamente. Pasa la mañana del domingo, la hora de comer, la tarde. Los autos que serán usados en la encerrona están listos. Las balizas que desviarán el tráfico que suba por la carretera, para cortar el tráfico de subida, también. Toda la atención está puesta en el teléfono de la casa de la Obra, a la espera de la noticia de que la caravana está en marcha…

El teléfono suena a las seis y veinte de la tarde con la confirmación: la caravana está en camino. Todos a sus puestos, sólo hay quince minutos hasta que pasen en el lugar de la emboscada.

La comitiva está compuesta por seis autos y dos motocicletas de Carabineros. Pinochet viaja en el asiento trasero del cuarto auto, un Mercedes Benz SEL gris plateado, acompañado de su sobrino. De la caravana, sólo los dos Mercedes están blindados, los autos de los escoltas, no. El ritmo de la caravana se enlentece: la carretera está llena de curvas. Por detrás aparece una camioneta Toyota, que circula a pocos metros de la fila de vehículos.

Están en la cuesta de las achupallas. Faltan veinticinco minutos para las siete.

De repente, un Peugeot 504 Station Wagon con una casa rodante que viene en sentido contrario se atraviesa en la carretera. Los carabineros en las motos son alcanzados por una ráfaga de subfusiles, que también alcanzan el primer auto. De la caja de la camioneta salta un grupo de personas encapuchadas que lanzan una granada LAW al vehículo trasero que explota y arde en seguida. Y otro grupo de encapuchados parapetados en las vías a unos metros de la ruta lanza otro LAW contra el segundo auto, destruyéndolo en el acto. El fuego de fusilería y granadas de mano y propulsadas se intensifica, se concentra en los dos Mercedes Benz de la comitiva, mientras los escoltas, desorientados, se parapetan al otro lado de la carretera y disparan sus armas contra los autos que les bloquean el paso. Los encapuchados en las vías lanzan otro LAW más, contra el auto en el que Pinochet se encuentra, pero la granada choca rebota contra la ventana blindada sin estallar. El conductor de ese auto reacciona, logra salir del atolladero, esquiva los restos calcinados que llenan la carretera y arranca hacia El Melocotón mientras las balas de M-16 rebotan contra el blindaje del Mercedes.

Los frentistas se retiraron de inmediato, enfurecidos, llevando consigo a algunos heridos. Mataron a cinco escoltas e hirieron gravemente a otros diez, pero Pinochet se les escapó entre los dedos, aparentemente ileso. ¡La operación Siglo XX había fracasado!

La noticia saltó unos minutos después, las radios y las televisiones interrumpieron su programación y al comienzo dieron noticias más bien vagas… tiroteo… Pinochet… heridos. Yo me enteré en mi casa, mis papás estaban afuera, y creo que estaba jugando en el jardín cuando de repente Inma, la empleada que teníamos, salió disparada de la cocina a la sala para ver la TV, y gritaba, ¡Han matado al Pinocho! con una sonrisa en sus labios. Al comienzo nadie sabía qué había pasado, pero poco a poco fueron llegando noticias que confirmaban que Pinochet seguía vivo, al comienzo, y luego, que estaba ileso. Unas horas después, el mismo Pinochet apareció, vestido probablemente con las mismas ropas que llevaba en el momento del atentado, mostrando las huellas del atentado en el Mercedes frente a las cámaras de Televisión Nacional. Los diarios salidos el día siguiente ya tenían bastante más información que ofrecer a sus lectores.

El toque de queda se estableció de inmediato, y mucha gente en todo Santiago tembló ante una versión criolla de la noche de los cristales rotos por parte de un CNI enfurecidísimo. Efectivos de Investigaciones iniciaron una operación preventiva en la que detuvieron a varios líderes opositores, entre ellos al actual presidente, Ricardo Lagos. Era la forma de rescatarlos de la violenta razzia que la CNI inició tras la emboscada y que dejó a cuatro opositores acribillados esa misma noche. Originalmente los escogidos iban a ser cinco, para vengar cada muerto que la CNI había sufrido, pero uno de los condenados escapó a última hora.

Una vez mas, como en Carrizal Bajo, hubo una cadena de irresponsabilidades que echaron por tierra los propósitos del FPMR. Por un lado, el material que se les dio a los frentistas eran fusiles M-16 y lanzagranadas LAW, cuando los tiradores habían sido entrenados para usar AK-47 y RPG-7, con propiedades de tiro diferentes. Además, el material no estaba en las mejores condiciones: El LAW que impactó en el auto de Pinochet no estaló. Para colmo, no contaban con la retirada del Mercedes presidencial: no había ningún vehículo designado para una persecución, y ninguno de los tres puentes que debía cruzar Pinochet para llegar a su refugio estaban minados, lo que habría hecho volar al jefe de la Junta Militar por los aires.

Para el FPMR la operación Siglo XX fue un fracaso total. Por un lado, el estado Cubano quedó muy irritado ante la incompetencia de los frentistas -por segunda vez consecutiva, recordemos el fiasco de Carrizal Bajo- y le retiró el apoyo logístico con el que habían contado hasta entonces. Por el otro, la Alianza Democrática condenó enérgicamente el atentado, así como la OEA y los EE.UU. (bueno, en fin, ya se sabe…) Además, el CNI recrudeció su represión contra toda la oposición en general, y contra el FPMR en particular; capturó a algunos de los implicados en el atentado y siguió tirando del ovillo, hasta encontrar a José Valenzuela Levi, el que diseñó la emboscada contra Pinochet… y lo mató, precisamente, en una emboscada, junto con otros doce frentistas en diferentes partes de Santiago el día 15 de junio de 1987, durante la fatídicamente famosa “operación Albania”, que volvió a la memoria de todos el año pasado a causa del enjuiciamiento de sus responsables.

Por un lado me alegra el saber que Chile rehúsa olvidar los crímenes y abominaciones cometidos durante la dictadura por tantos elementos de las FF.AA, señal de que el país es lo suficientemente maduro en este momento para encarar el pasado sin miedo. Pero me asombra el ver cómo algunos se empeñan en mitificar a los caídos en la matanza de Corpus Christi como si se tratara de angelitos de vida ejemplar e inocente, cuando a mí me parece que los frentistas habrían hecho exactamente lo mismo a sus rivales. Ahí quedan las armas de Carrizal Bajo como mudo testimonio a sus intenciones.

En serio, si vamos a recordar el pasado para superarlo, vamos a recordarlo ENTERO, ¿ya? Admitamos los errores, condenemos los crímenes cometidos, ensalcemos los aciertos y recordemos la situación en su globalidad. Si olvidamos la historia, estamos condenados a repetirla algún día. Y esto no sólo se aplica a Chile, sino a toda la humanidad.