Mi bicicleta BMX
Cuando estás entre los 9 y los 12 años, cuando estás en esa edad dificil en la que empiezas a hacerte ‘un niño mayor’ aunque no eres todavía maduro, cuando te mandan todo el tiempo a hacer pequeños recados a la tienda de la esquina -guardándote el vuelto como justa recompensa-, cuando consideras un chico/a con un año menos que tú ‘un pendejo’… tener una bicicleta el no va más de la libertad y la autonomía.
Y si estamos en los años ochenta, esa bicicleta TIENE que ser una BMX, o sea, ‘de bicicross’, ahora tan rara de encontrar, pero que era todo un fenómeno juvenil antes de la llegada de las ‘mountain bikes’ a partir de los 90.
Yo tuve una “Bianchi BiMX” que me compró mi papá en 1982 como premio a haber aprendido a andar en bicicleta yo solo, sin ayuda de nadie, en el campo de mi tío durante mis vacaciones en España en Agosto de aquel año. Mi bicicleta era una BMX de cabo a rabo, pequeña, ágil, robusta, sin suspensiones, de piñón fijo, de color gris metalizado, con guarnecidos de gomaespuma forrada en nylon rojo en la barra -¿para proteger mi entrepierna en caso de accidente?-, con ese manubrio enorme, también guarnecido, que mantenía mi espalda vertical y la hacía muy agradable para pasear. Mi bicicleta era mi pasaporte a la autonomía, mi primer vehículo, mi orgullo, mi pasión y mi deporte favorito en los veranos.
Pero también había otras marcas: las bicicletas más populares en Chile eran las “CIC” (que tenía un jingle que decía “¡Bi-cic-cross! ¡Resistente, velocísima, Bi-cic-cross!”) y las ‘Oxford’ que por la época también hacía bicicletas BMX. La mía era una Bianchi, hecha en Italia, marca que también era -y sigue siendo- popular en el Chile de la época.
¡Cuánto disfruté de esa bicicleta! Subía con un vecino mío por la cuesta al cerro San Cristóbal, jadeando los dos como locos, para luego tirarnos cuesta abajo con alegría suicida, sintiendo cómo el viento nos daba en la cara a medida que adquiríamos más velocidad. O bien iba al Unimarc de Vicuña Mackenna norte a comprar ‘Fonzies’ cuando tenía algo de plata encima. Me pasaba las tardes enteras de verano pedaleando de arriba abajo, e incluso iba a visitar a un compañero de curso que vivía lejísimos, en la zona de Kennedy con Manquehue, una hazaña digna de admirar porque yo vivía en la zona de la Costanera, a mucha distancia.
Precisamente ahí, en aquella época, había un eríazo enorme que era usado para la feria semanal. Un día descubrí que la Municipalidad había hecho un trazado de bicicross en ese mismo sitio, probablemente para algún campeonato local -por aquellos años el bicicross era enormememte popular entre los cabros de la época y las municipalidades hacían actividades de ese tipo dia sí, día no-. Cuando el campeonato terminó, se llevaron las gradas, los anuncios de Coca-Cola y toda la demás parafernalia, pero dejaron la pista de barro intacta, gratis para todo aquel con una bicicleta. Esa fue la primera vez que puse a mi querida Bianchi a prueba en un circuito de Bici-cross de verdad. Y la cosa fue más o menos no más, porque siempre he sido prudente para arriesgarme. ¿Sabes qué te digo? Que eso del bici-cross es bastante entretenido.
Otro recuerdo que tengo de esa pista, aunque no tan agradable, es que intentaron robarme la bicicleta a la salida de ese circuito. Dos tipos salieron de la nada, agarraron la bicicleta por las ruedas, la voltearon -conmigo encima- y luego me dieron una soberana paliza de combos y patadas durante 30 ó 40 segundos para que la soltara. Aunque cuanto más me pegaban, más me aferraba a mi bicicleta con todas mis fuerzas. Al final apareció mi compañero en mi ayuda, los cogoteros arrancaron, y me quedé en el suelo llorando de dolor y rabia. Pero al menos había defendido con honor mi bicicleta. Aunque, eso sí, se me quitaron las ganas de escaparme a aquella pista, que desaparecería después engullida por los apartamentos que construyeron en el eriazo.
Luego crecí, y la bicicleta quedó arrinconada hasta que nos fuimos de Chile en el 88. He tenido después otras bicicletas, incluida alguna mountain bike, pero ninguna era tan cómoda y se manejaba tan bien y con tanta precisión como aquella vieja Bianchi BMX.